Una devoción centenaria.

Una de esas tardes en la que el aburrimiento se apodera del tiempo y terminas viendo lo que primero sale en el televisor, sin hacerle ni caso, me dispuse a organizar algunos papeles que había amontonados en el viejo aparador de la abuela.

Entre recortes de periódicos, recetas escritas a mano y algunas cartas de familiares, hoy ya muy lejanos, me llamó la atención una fotografía, por supuesto en blanco y negro y aunque un poco mordisqueada por algún goloso roedor, en el reverso se leía “Post Card” y manuscrito “…Panamá   1910.” Y en el anverso la imagen de nueve hombres, con ropa de faena, mostrando, con sartén y botella en mano, su disposición a reponer fuerzas después de una dura jornada.

Podía haber pasado por alto esa imagen, pero al preguntar, me sorprendió que en ese grupo, formaban parte cinco arjoneros como miles de españoles que trabajaron en las obras del Canal de Panamá durante los años 1905-1914, buscando la prosperidad y bienestar el de sus familias: Juan Miguel “el Hermanico”, Buenos Aires, Anquela, Antonio Segovia y Jerónimo Martínez. Siendo este ultimo, el protagonista de este articulo.


"El corrimiento de tierra acababa de destruir el trabajo de varias semanas del gran proyecto destinado a comunicar el Pacífico y el Caribe, un torrente de barro bajaba por un lado del corte y subía por el otro. Charles Gaillard, el ingeniero encargado de la construcción del Canal de Panamá, observaba el espectáculo paralizado, en estado de conmoción. El corrimiento de tierra acababa de destruir el trabajo de varias semanas del gran proyecto destinado a comunicar el Pacífico y el Caribe por el estrecho istmo de tierra que une América del Norte y América del Sur, que reduciría en 11.300 Km. la distancia entre Europa y el Pacífico. Gaillard encargó a su jefe de operaciones, George Goethals, que inspeccionase los daños.
Corría el mes de enero de 1913. Gaillard y Goethals se encontraban junto al Corte de la Culebra, una zanja de 13 Km. de longitud excavada en las montañas de la frontera continental, entre Bas Obispo y Pedro Miguel. Los planes eran dinamitar la roca para abrir un angosto desfiladero, pero el terreno era demasiado blando y no pudo resistir la presión de la montaña. A medida que se abría el corte, las paredes se desmoronaban y el suelo se hundía. Enormes avalanchas de barro arrasaban el trabajo realizado y cuanto más hondo excavaban mayores eran los derrumbamientos. Finalmente se emplearon 28,000 toneladas de explosivos para horadar la montaña.

Antes de que los estadounidenses abordasen la construcción del Canal de Panamá, el proyecto ya había logrado derrotar a un gran ingeniero francés, Ferdinand de Lesseps, encargado de la construcción del Canal de Suez, en Egipto, entre 1859 y 1869. Su intento de construir una vía marítima en el istmo panameño costó ocho años y 287 millones de dólares y concluyó desastrosamente en 1889. Cerca de 20,000 trabajadores perdieron la vida, a causa del paludismo y la fiebre amarilla propagada por los mosquitos. Panamá resultó ser uno de los lugares más insalubres del planeta.
En 1904 los políticos estadounidenses, conscientes de que la construcción de un canal en América Central reduciría notablemente las distancias entre las costas este y oeste de Estados Unidos, decidieron tomar cartas en el asunto. Para empezar eliminaron los obstáculos políticos que hasta entonces habían frenado el proyecto. Panamá era una provincia de Colombia y el gobierno colombiano no estaba de acuerdo con la construcción del canal. El presidente Theodore Roosevelt, firme defensor del proyecto, incitó a un grupo de panameños a que se levantase contra el gobierno colombiano y proclamase una república independiente; el precio que el nuevo país habría de pagar por ello fue ni más ni menos que el de poner en bandeja a Estados Unidos el control de la zona. A continuación, el coronel William Gorgas, un médico militar, emprendió su lucha contra los mosquitos que habían sellado el triste destino de Lesseps.

Los preparativos duraron tres años y la construcción del canal comenzó en 1907. Era una empresa de gran envergadura. Los obreros comenzaban su jornada a las 7 de la mañana y descansaban los domingos. Al atardecer eran trasladados en trenes hasta sus viviendas. Por la mañana, las cuadrillas de obreros perforaban la roca para introducir en ella las cargas de dinamita. A la hora de almorzar los obreros descansaban y comenzaba el turno de los dinamiteros. Por la tarde, las cuadrillas equipadas con palas mecánicas cargaban los escombros en los vagones. A las 5 de la tarde la mayoría de los operarios dejaban de trabajar, pero la perforación y las explosiones continuaban.
Los estadounidenses decidieron construir dos series de compuertas: una para subir los barcos hasta el nivel del Lago Gatún, a unos 26 m sobre el nivel del mar, en la salida del canal al Caribe, y otra para hacerlos bajar en el extremo opuesto del canal. Estas gigantescas compuertas, construidas sobre el terreno, exigieron 3,4 millones de metros cúbicos de hormigón. Su base tenía un grosor de 4 a 6 m y las paredes, perforadas como una colmena para vaciar o llenar las compuertas, medían casi 15 m de grosor en la base.
El Canal de Panamá costó al gobierno estadounidense 352 millones de dólares cuatro veces más que el Canal de Suez y se cobró 5,609 vidas, entre accidentes y enfermedades. Aun así, el gasto fue 23 millones de dólares inferior al presupuestado y el canal se inauguró seis meses antes de lo previsto, en agosto de 1914..."


 Nuestros paisanos volvieron a Arjona con un buen dinero, bien trabajado y evitando las enfermedades que atormentaban a los más débiles, algunos de ellos refirieron que habían estado trabajando en el infierno, ya que soportaron temperaturas de hasta 40 grados y 80% de humedad.
El regreso fue muy duro, sometidos a una tempestad en mitad del océano Atlántico, Jerónimo Martínez, junto a otros, se encomendaron a la voluntad de María Santísima, en su advocación del Carmen,  por ser protectora de los marineros, para llegar con buena salud a tierra firme. Tuvo seis hijos, y dándole gracias a la Virgen llamándose su primera hija María del Carmen., llegando a la madurez solo cuatro, inculcándoles la fe y devoción mariana, a cualquiera de las advocaciones en las que nos rodean, siendo hoy casi cien años después, sus descendientes los que mantienen esa promesa de Jerónimo, de mantener viva esa luz, que guía el camino a Jesús por María.






Fuente: Juana Gonzalez
            Ildefonso Martinez
            es.wikipedia.org
Videos:  YouTube. Ingeniería Extrema - El nuevo canal de Panamá

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