De Romeria en 2009



De desayuno, cervecita fresca o fino, jamón, queso, empanada y tortilla de patatas. De música para el despertador, sevillanas, palmas y repiqueteo de castañuelas. A las más de 4.500 personas que ayer comenzaron el camino hacia el Cerro del Cabezo tal y como la tradición manda, en carreta, no les pesó el madrugón. Ni siquiera a pesar de que la noche anterior, tras la llegada de las cofradías al municipio de Andújar, la hora de irse a la cama se había retrasado más de la cuenta.
A las siete y media en punto estaba previsto el comienzo del desfile de carretas. Ellos, con su traje de corto y sombrero apenas habían necesitado veinte minutos para ponerse en pie. Ellas, luciendo un año más los más coloridos y atractivos trajes de flamenca, habían doblado el sacrificio. Maquillaje, peluquería en muchos casos, que si tiempo para embutirse unos trajes cada vez más estrechos, que si la peineta, los pendientes, el mantoncillo... Con prisa, pero a tiempo, los romeros estaban listos. Los cohetes, revolucionando el cielo y despertando a los que aún dormían, marcaban el inicio del camino. Las legañas y los bostezos parecían haber desaparecido por completo. A cambio sonrisas y mandíbulas que no paraban de alegrar los estómagos o ayudar a los labios a entonar canciones romeras.

Con sólo 4 meses
En las carretas había gente de todas edades y condición. Tan jaleosas las de jóvenes como las predominadas por personas que ya alcanzaban la tercera edad. Lo más habitual, amigos y familias enteras donde no faltaba la alegría de los niños. En la llamada ‘Aromas de Jara’, la mitad de sus veinte ocupantes no han cumplido los 12 años de edad. Los peques se divertían con la «excursión» al Cerro. Sus padres, mientras, degustaban la especialidad de una carreta que hace la romería desde hace 35 años: los callos y la tortilla campera.

Madres, padres, hijos, nietos, abuelos y biznietos —en total 26 personas— convivían en ‘Peregrinos de Arjona’. Suben a la Virgen de la Cabeza desde hace cuatro años. Empezaron tras la muerte del cabeza de esta extensa familia, Francisco Martínez. Su ilusión siempre había sido reunir a los suyos para hacer el camino. Murió con las ganas. Ayer, una de sus hijas volvía a recordar emocionada cómo la voluntad de su padre había hecho que, al menos una vez al año, se reuniesen todos para pasar unos días de convivencia y de fervor a La Morenita. «La abuela de todos estos —decía mientras señalaba a sus nueve hijos o sobrinos y a sus parejas— está arriba con otra de sus nietas, que está embarazada. Las dos nos esperan en el santuario».
En otra de las carretas no había familiares, sino más médicos y enfermeros por metro cuadrado que en cualquier otro rincón de la provincia. En ella hacían el camino los trabajadores del Hospital de Andújar.
Fuente: IDEAL

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